Mas allá de todo lo que la humanidad conoce, entre astros y astros luminosos, en un sistema solar tan lejano al nuestro, se encuentra el planeta Bhang. Un mundo cambiante con sólo tres continentes gigantes tan distintos uno del otro conocidos como "Phyn", "Thoxa" y "Harmon", respectivamente.
Por años, los misterios de Bhang fueron guardados por los únicos seres conocedores de la historia de su mundo desde su creación, pero con la llegada de un humano proveniente de un universo alterno a estas tierras, la mayor parte de todas esas incógnitas comenzaron a resolverse.
Sin embargo, esto no hizo que las guerras terminaran o que la destrucción y desesperanza en los corazones de los habitantes de Bhang desapareciera. A ojos de los seres legendarios de ese mundo, todo parecía estar bien. En su propio equilibrio, en armonía, ignorantes de las tragedias bajo sus mantos. Ese humano deseaba hacer realidad la paz que tanto proclamaban los Dioses que según existía.
Incluso las tres grandes bestias, hijos de la Madre Diosa, se encontraban en calma bajo las mentiras de sus hermanos inmortales.
Sólo la mismísima Madre Diosa, entre todos los seres omnipresentes, sabía de los horrores que existía en su creación. Corazones guiados por sentimientos negativos, seres deseando tener la fuerza y/o poder suficiente para gobernar sobre todos los reinos, la envidia que corroía las almas en pena de aquellos que sufrían innumerables tragedias por el terrible destino que sus nacimientos causaron.
Pero, ¿Qué era aquello que más anhelaban los seres despiadados? Algo que, por ahora, sólo poseía el rey Katsuki de las tierras de Ninrah.
El único hechicero en todo Bhan con el "punto muerto" en su sistema. Y el nombre de este desafortunado, pero poderoso joven es Izuku Midoriya.
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